EDUARDO ROBLES

CUENTOS COTIDIANOS

Close-up, abstract view of architecture.

EL MUTANTE

La naturaleza humana es bien curiosa. Parece que estemos inmersos en
una inacabable situación de insatisfacción que nos acucia en todo
instante. Probablemente es la contradicción existente entre nuestra
naturaleza individual y social. Lo individual se resiente de la relación
social. Como individuos nos parece que debemos ser tratados mejor de
lo que luego lo hace nuestro entorno. ¿Qué por qué les cuento esto?
Pues porque mi vecina acaba de matar a su marido con ferocidad
inaudita y lo curioso es que el violento era él. Me explicaré.
Carlos, así se llamaba, era un hombre violento. No un violento de
género sino también de número y caso. Cuando se le hinchaba la vena
(eso decía) no reparaba en sexo, cantidad o circunstancia. Lo mismo le
daba uno que ciento, hombre que mujer, o lugar sagrado, tiempo
extempóreo, autoridad establecida, e incluso inferioridad manifiesta.
Cuando se le hinchaba la vena se liaba a garrotadas. Así de fácil.
Su mujer, Vania, de origen ruso, aguantaba estoicamente la situación.
Cuando los golpes que recibía eran evidentes, me había permitido
sugerirle –en el ascensor, en el kiosko, en un encuentro fortuito en la
calle- que recurriera a la policía. Siempre rechazó mis consejos.
<<<Gracias>>> me decía con ojos turbios y ademanes modestos. Y
remataba con una sonrisa forzada pero agradecida. Una vez que insistí
más de lo corriente me aclaró <<<Los hombres son así>>>
Y como en todas las ocasiones en que las cosas parecen irremediables,
fortuitamente las cosas cambiaron. Carlos tuvo un accidente de moto y
a resultas de un tremendo golpe en la cabeza su carácter cambió radicalmente. 
La sonrisa sustituyó al ceño y la amabilidad a la rudeza.
Las evidencias de su carácter desaparecieron del rostro de Vania.
Mientras el tiempo pasaba, la sospecha de que todo volvería a su cauce fue decayendo. 
No reaccionaba ni ante las provocaciones,
Paralelamente Vania fue haciéndose más agresiva. No en la medida en
que lo fue su marido pero si de una forma apreciable. El volante que
había tomado mientras él convalecía, ya no lo abandonó nunca. Era
evidente que las decisiones le pertenecían ante la pasividad de Carlos.
Tampoco abandonó el trabajo que iniciara durante los primeros meses
transcurridos tras el accidente. Parecía que habían cambiado los
papeles. Alguna vez que me paré a hablar con ella percibí una seguridad
e incluso una arrogancia antes desconocida. Incluso una vez a mi
pregunta por el estado de él contestó <Bueno.....>> mientras
enarcaba una ceja y elevaba las pupilas.
Nunca llegué a creer en los cotilleos que decían que ella le cascaba. Por
lo menos nunca aprecié los indicios en su rostro. Curiosamente con el
tiempo me encontré hablando casualmente con él en vez de con ella.
Los mismos temas, con distinto interlocutor. Hasta que finalmente saltó
la noticia: Vanía había matado a Carlos. Solo dijo unas palabras cuando
le detuvieron: "Una mujer necesita un hombre ".

EDUARDO ROBLES